Para todas las Alicias...




Todas las Alicias tenemos nuestro propio “País de las Maravillas”
Y todas necesitamos adentrarnos en él
para poder seguir con nuestras vidas.
Todas caímos por el oscuro hueco del árbol
Y anduvimos perdidas, cayendo, hasta encontrarnos.
Al principio tuvimos que encoger mucho
para poder conocernos de nuevo,
para poder entrar en nuestro propio mundo
y construir nuestro ego.

Allí cada una se encontró con su propia
realidad inacabada,
con sus propios monstruos que matar.
Y con el conejo del reloj nos avisaba
Con una historia parada nada más empezar a andar.
Todo el mundo dudaba de nuestra identidad,
y un gusano azul y feo nos decía al otro lado de la mesa:
Tú aún no eres del todo Alicia, pero si te esfuerzas, lograrás ser ella”






Así que tuvimos que conocer nuestra propia Reina Roja
Y descubrir que a veces podemos ser muy malvadas y cabezonas,
y por eso cortamos sin piedad, las cabezas de otras personas.



Tuvimos que aprender a perdonar,
no sólo a los demás,
sino a nosotras mismas.
Tomar la responsabilidad de nuestros actos,
y hacernos esta vez enormes y altísimas.


En pocas zancadas, pero con muchos esfuerzos,
reconocimos también a nuestra Reina Blanca.
La chica perfecta, tan dulce y simpática.
Tan buena, tan lista, tan delgada.
Admitimos, no sin cierta vergüenza,
que ansiábamos ser así de perfectas.
Y luego nos reímos de nuestro sueños tontos,
de castigarnos tanto por lo que pudieran pensar los otros.
Y aprendimos a decir NO si la ocasión lo requería,
Y así dejamos de demandar y depender para ser nosotras mismas.






Volvimos, por tanto, a recobrar nuestra altura.
Y claro, con tanto salto, y tanta locura,
perdimos por el camino a más de uno y a más de una.
Desde luego, dolió mucho despedirse de esa gente,
y cerrar aquélla etapa, para nacer diferentes.
Y nos sentimos muy solas,
de soledades se nos llenó la mente.
Pero aprendimos que la soledad no es estar sola,
sino estar con una misma, simplemente.


Así, con menos voces al rededor y un par de dedos de frente,
encontramos a nuestra propia niña,
perdida en el bosque, a su suerte,
llorando, aturdida y gritando muy fuerte,
para que alguien la salvase y la cuidase por siempre.
Nos acercamos a ella y la abrazamos
y susurrando al oído le explicamos,
que aunque se hubiera perdido,
ahora estábamos con ella,
y la guiaríamos por el buen camino
para nunca más perderla.

El gusano se convirtió en crisálida,
y con picardía pero sin malicia,
nos dijo, entre otras cosas,
que así como la crisálida se vuelve mariposa,
nosotras éramos ya casi-casi Alicia.



Y entonces supimos que había llegado el momento,
de enfrentarnos a nuestros mayores miedos.
Justo antes de enfrentarnos a la fuerza
giramos hacia atrás nuestras cabezas
Y aún sabiendo que debíamos hacerlo solas,
tuvimos la certeza de que todo aquel que nos hubiera querido o nos quisiera,
se quedaría bien cerca.


Con la inteligencia de nuestra Reina Blanca,
trazamos la estrategia.
Con la crueldad de nuestra Reina Roja,
cortamos a los monstruos la cabeza.
Y cuando el conejo nos dijo que el reloj había vuelto a ponerse en hora,
Abrimos las alas, como una mariposa, y resurgimos, hermosas,
por el hueco del árbol,
brillando, esta vez sin miedo, brillando.


Si algo sé ahora que antes no sabía es
que todas las Alicias tenemos nuestro propio “País de las Maravillas”
Y que nosotras, en concreto,
hemos compartido, como un cuaderno de Bitácora,
cada lucha, cada miedo y cada reto.
Y que cada una, en general,
cada una con la chispa que le hace especial,
hemos ido aceptando
que de vez en cuando
podríamos caer de nuevo por el hueco del árbol.
Y que ahí estaremos, codo a codo, sea como sea,
y a nuestro modo,
compartiendo vida y creando sueños
y pisando fuerte
y creyendo en ellos.



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